Es tiempo de relojes. Relojes electrónicos, digitales, inteligentes, con aplicaciones y, además, conectados a nuestros «smartphones» y «tabletsÌ. Durante las últimas semanas, en efecto, se han ido poniendo sobre el tapete los planes que, en este sentido, están elaborando gigantes como Apple, Samsung, Google o Sony.
Planes, por supuesto, no oficiales (como en el caso de Apple), o filtrados con toda la intención por algún ejecutivo, como sucedió con Samsung. De una u otra forma, el mercado parece maduro para la irrupción de este nuevo «gadget» tecnológico. Será, según los principales analistas, durante este mismo año.
El premio es un mercado, el de los relojes, que mueve en el mundo cerca de 60.000 millones de dólares. Poco, si lo comparamos con las cifras de la TV o de la telefonía móvil, pero sin duda un bocado más que apetecible para las grandes empresas tecnológicas, que desde hace ya tiempo ven en el reloj un (otro) inseparable compañero de viaje para nuestra vida digital.
Técnicamente, la fabricación de un «smartwatch» o reloj inteligente no ofrece, hoy por hoy, demasiadas dificultades. De hecho, los componentes electrónicos necesarios son ya lo suficientemente pequeños y baratos como para encarar el desafío. Los potenciales usuarios, además, ya están más que familiarizados con el uso de «smartphones» y «tablets», y son muchos los que piensan que recibirán con los brazos abiertos un nuevo dispositivo portátil capaz de interactuar con ellos y de ampliar muchas de sus funciones.
Sin embargo, conviene refrescar la memoria. Y es que la idea de fabricar un reloj inteligente no es nueva, y surgió hace ya una década. Microsoft, por ejemplo, ya contaba con uno en 2003 y hace casi el mismo tiempo LG ofrecía un relój-teléfono que incluía aplicaciones. Por no hablar de los varios modelos que en estos momentos ya existen en el mercado.
Hoy por hoy, hay relojes «inteligentes» capaces de conectarse inalámbricamente al móvil y emitir señales cuando reciben un mensaje. Algunos incluso tienen un acceso (aunque limitado) a internet. Pero no será ese el plato fuerte de la nueva generación de relojes. El sevreto de su éxito, dicen los analistas, estará en las aplicaciones que los desarrolladores sean capaces de diseñar para estos nuevos dispositivos. Es decir, en las funciones que los nuevos relojes serán capaces de realizar. En todo caso, se trata de un mercado que aún no existe y que debe ser creado.
Unas condiciones, por supuesto, que parecen ideadas ex profeso para fabricantes como Apple, la firma que ha hecho de las «apps» una de sus principales fuentes de ingresos y que ha demostrado ya en varias ocasiones (iPod, iPhone, iPad…) que es capaz de crear nuevas «necesidades» en los consumidores y de catalizar el mercado. Nadie, en efecto, imaginaba hace apenas unos años que un teléfono basado en aplicaciones pudiera cambiar por completo la industria de las comunicaciones móviles. A pesar de lo cual, y como es habitual, la marca de la manzana mantiene un absoluto silencio sobre el tema y deja el «pre marketing» a los rumores que corren por la Red.
Un escenario, por cierto, muy familiar para los competidores de Apple, que esta vez no están dispuestos a permitir que los de Cupertino vuelvan a hacer su jugada de siempre y se desmarquen con una gran ventaja. Por eso, por ejemplo, se pudo ver en el Mobile Congress de Barcelona un «smartwatch» de Sony, capaz de conectarse al móvil. Y por eso Samsung ha anunciado que «lleva años» desarrollando un dispositivo similar.
Pero volvamos a los análisis. ABI Research, por ejemplo, predice que los relojes inteligentes y otros pequeños dispositivos electrónicos alcanzarán una gran popularidad durante este mismo año y que , de aquí a 2018, se venderán cerca de 500 millones de unidades. Lo que queda por ver es si estos relojes serán un simple apéndice electrónico de nuestros móviles o si, por el contrario, tendrán una personalidad propia y ofrecerán servicios totalmente nuevos.
Para Forrester Research, el cuerpo humano se ha convertido en la “próxima frontera” de la informática personal y considera que es solo cuestión de tiempo que Apple y otros grandes empiecen a fabricar toda una serie de nuevos dispositivos (entre ellos los relojes) que podamos llevar siempre con nosotros. Dispositivos que podrían, por ejemplo, monitorizar nuestra salud, o nuestra actividad física, o nuestros desplazamientos, y que evitarán también que tengamos que sacar el móvil del bolsillo en un buen número de ocasiones.
El precio, por supuesto, será otro de los factores que determinen el éxito o el fracaso de esta nueva ofensiva tecnológica. Y son muchos los que piensan que los nuevos relojes inteligentes no deberían salir de la horquilla de 100-200 dólares. Ah, y que los fabricantes tradicionales de relojes estén tranquilos. Aquí no se trata de entrar a competir en el mercado del lujo, sino de otra «guerra tecnológica» en ciernes. Una de las muchas más que presenciaremos durante los próximos años.